domingo, 4 de marzo de 2012

CAPÍTULO XVII: La jefa ha vuelto.


XVII
LA JEFA HA VUELTO

            La palidez en el rostro de Amira y la expresión de terror  en sus grandes ojos adelantaban la noticia sin casi necesidad de enunciarla:
            -La jefa… Ha vuelto –dijo, en tono solemne.
            Antes o después ese momento tendría que llegar, pero creo que no era yo el único sorprendido al comprobar que fue más antes que después. Las bajas de la jefa eran memorables además de por su frecuencia y poca credibilidad, por su larga duración.
            -¿Sí? Y… ¿te ha dicho algo? ¿La has visto? –le pregunté, nervioso yo también.
            -Sí. Dice que ahora vendrá.
            Al poco, efectivamente, entró en la biblioteca. Erguida como nunca y soberbia como siempre, sin mirarnos a la cara, musitó:
            -Cuando podáis, pasad dentro.
            Allí nos esperaba también su súbdito. Como un perrito faldero, Leo le ayudó a sentarse con un teatral ademán.
            -Nos piden del Ayuntamiento los balances y las memorias de los últimos cinco años. Leo se va a encargar de recopilarlas y organizarlas. Vosotros dos –chusma de mierda, le faltó decir–, vais a terminar de incluir en el catálogo los registros de los libros que aún faltan del fondo antiguo para poder adjuntarlo a la memoria de este año. Lo quiero para antes de que termine la semana –y, sin más, se levantó y tal como vino, se fue–. Buenos días –concluyó, con aire triunfante.
            Los libros que aún faltaban del fondo antiguo… Se refería a los centenares que perecían sepultados junto a toda clase de insectos xilófagos en las polvorientas estanterías del techo del depósito. Los mismos que la jefa siempre había dicho que algún día expurgaríamos o donaríamos a alguna asociación a la que pudieran interesarle.
Allí nos plantamos, pues, el trío Laralá. MariCruces, con un trapo y el flú-flú, como ella decía, Amira con la bata blanca y yo, cargado con la escalera de mano.
-¿Has mirado que esté bien? –me preguntó Amira.
-¿El qué?
-La escalera –respondió.
Aún sin entender muy bien a qué venía la pregunta, le eché un rápido vistazo. Roída y vieja, como de costumbre, nada extraordinario.
-Sí, está bien, como siempre –la tranquilicé.
Nos esperaban largas horas dentro del depósito, con el consentimiento previo de Leo, que nos avisaría cada vez que viniera alguien a la biblioteca para que uno de los dos subiera a atenderle.
            -¡Bruja! ¡Podría haber seguido de baja la muy bruja! –soltó MariCruces en cuanto nos quedamos los tres solos–. Ésta no es ni que esté mal follada, a ésta es que no le han echado un polvo en condiciones en su vida –nos echamos a reír. A pesar de haberlo considerado siempre un comentario de lo más machista, no pude quitarle razón. La venganza de la jefa acababa de empezar. Algo con lo que yo ya contaba y que esperaba poder evitar, más por supervivencia que por egoísmo o cobardía.
            -Estuvo casada con un alcalde, ¿no? –le pregunté, como resultado de un inconsciente pensamiento asociativo.
            -Sí, con Don Juan, un encanto de hombre, pobrecito –respondió ella.
            -¿Pobrecito? Bueno, aparte de por haberse casada con ella, ¿por qué lo dices? –indagué.
            -Porque era un buen hombre, y se le trató muy mal en general. Para mí, el mejor alcalde que ha tenido Daraquiel –MariCruces iba pasándole el trapo a los libros que yo iba bajando–. Y no soy yo la única que lo piensa.
            -Sí, Antonio el archivero también me comentó algo. ¿Por qué se separó de la jefa? –pregunté.
            -Tú quieres saber mucho –dijo, medio en broma medio en serio–, pero luego cuentas poco.
            Aquella contestación me cogió totalmente desprevenido. Amira se hacía la indiferente pero, en el fondo, sabía que estaba tan deseosa como yo de obtener más información.
            -¿Por qué le dices eso? –se animó finalmente a preguntar.
            -Pues por enterarme de qué va a hacer. No me extrañaría que éste estuviera tramando irse y dejarnos aquí solas ante el peligro –respondió MariCruces.
            Ya no me sorprendía que la gente supiera cosas de mí que yo no les había contado y, después de todo, MariCruces era de confianza. ¿O no? ¿Por qué de repente sentía que también tenía que dudar de ella?
            -Solas no os voy a dejar –me empezó a temblar la voz y sentí que me atragantaba. No era por el polvo que salía de los libros. Después de mucho tiempo y muchos sentimientos acumulados que apenas me había dado tiempo a digerir, la emoción me brotó en forma de lágrimas. Lloro poco, pero cuando empiezo ya no paro.
            -Pero… –a MariCruces también se le trabó la voz. Cuando se me desempañaron los ojos, vi que ella también los tenía vidriosos.
            No tardamos en acabar como las tres Marías camino del Calvario, llorando como magdalenas. Cada una por sus propios motivos. No tan diferentes los unos de los otros. Éramos víctimas y verdugos, en mayor o menor medida, de una situación que nos salpicaba a los tres de igual manera pero cuyas consecuencias, seguramente, nos afectarían de distinto modo. Amira era la más inocente, desde luego, y la más injustamente condenada. MariCruces, por su parte, escondía más parte de culpa de la que yo imaginaba antes de escucharle decirme, ya con las lágrimas contenidas:
            -Esto es tuyo, ¿verdad? –del bolsillo se sacó la linterna de Paz para enseñármela.

             

3 comentarios:

  1. ¿Insectos xilografos? Xilo es madera y grafo es letra, que escriben en madera los bichos ¿o que?. Ya no tiene sentido la expresion cerebro de mosquito.
    Xilofago hijo mio, xilofago.

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  2. ¡Muchas gracias, Paj! Error corregido...
    Por cierto, un honor que me leas, y q me corrijas.
    Ya puestos, lo de "las tres Marías camino del Calvario, llorando como magdalenas", ¿está bien? ¿o es redundante? ¿y llorar como Magdalena o llorar como magdalena?

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  3. El honor es todo mio.
    A mi no me parece redundante, y supongo que la expresión llorar como Magdalena será en mayuscula. Lo digo porque me imagino que se refiere al nombre propio (sería una muchacha que se llamaba Magdalena que era llorona) y no a la que mojas en leche pa merendar.

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