domingo, 25 de marzo de 2012

CAPÍTULO XXI: Cuando el hambre (y las mafias rumanas) entran por la puerta...

XXI
CUANDO EL HAMBRE (Y LAS MAFIAS RUMANAS) ENTRAN POR LA PUERTA...

            Título del Ensayo:
            Estudio abierto, aleatorizado, cruzado, de dos etapas, para evaluar la seguridad, tolerabilidad y perfil farmacocinético-farmacodinámico de Glicinato de metformina 620 mg, Glicinato de metformina 1240 mg, Glicinato de metformina 2480 mg y Clorhidrato de metformina 1000 mg tras dosis única, dosis múltiple y tras la ingesta de alimentos.

            -¿Cuál quieres? –me preguntó Judith, la enfermera, mientras quitaba el precinto a la jeringuilla.
            Me miré los brazos. Parecía que el izquierdo estaba menos amoratado.
            -El izquierdo –respondí, dejando a un lado de la cama los papeles donde se explicaban los detalles del ensayo clínico.
            -¿Ahora lo lees? –dijo ella cuando lo vio–. Si lo sabes, no vienes ¿no? –bromeó–. Tranquilo, que ya os queda menos. Esta noche os ponemos la vía y por lo menos estáis dos días sin que os pinchemos.
           
            En el estudio participarán 24 voluntarios sanos, mujeres y varones.

            A decir verdad, yo había sido de los “voluntarios” (no entendía por qué nos llamaban así, ya que todos estábamos allí por el dinero que ofrecían) menos perjudicados.

            Usted realizará dos sesiones experimentales de nueve días de duración. Cada sesión constará de: una visita predosis (día 0) en la que Usted acudirá durante la mañana al Centre d’Investigació de Medicaments-Sant Josep para poder realizarle un test de detección de drogas y prueba de embarazo (si procede).
            Durante los días del 1 al 7 deberá acudir mañana y tarde para la administración de fármaco y evaluación de variables de tolerabilidad, cinéticas y dinámicas. La tarde del día 7 ingresará en el Centre d’Investigació de Medicaments-Sant Josep y permanecerá ingresado hasta 36 horas después (día 9). Tendrá que rellenar el cuestionario de efectos secundarios, se le medirán las constantes vitales y se le realizarán extracciones sanguíneas para evaluar las determinaciones de los niveles plasmáticos de los fármacos en sangre y la concentración de glucosa.

Sólo sufrí los “trastornos gastrointestinales” calificados como “muy frecuentes” y algo de “humor depresivo”. Aunque esto último no me quedaba muy claro si era por la medicación o por la sensación de inadaptación a la vida en la gran ciudad, que además coincidió con una ola de frío siberiano que dificultaba aún más la cosa. Hubo “voluntarios” que salieron mucho peor parados que yo teniendo incluso, en un par de casos, que abandonar el estudio por intolerabilidad.

Los principales riesgos/molestias que pueden resultar de su participación en este ensayo clínico están directamente relacionados tanto con el efecto farmacológico como con los efectos secundarios asociados a la medicación administrada.
Se han descrito los siguientes adversos para metformina:
-Trastornos del sistema nervioso: Frecuentes: alteraciones del gusto, adormecimiento, dolor de cabeza, humor depresivo e irritabilidad.
-Trastornos gastrointestinales: Muy frecuentes: náuseas, vómitos, diarreas, flatulencia, dolor abdominal y pérdida de apetito, eructos, pirosis.
-Trastornos de la piel y del tejido subcutáneo: Muy raros: eritema, prurito, urticaria.
-Trastornos del metabolismo y de la nutrición: Muy raros: acidosis láctica.

            Un pack completo con el que inicié mis dos primeras semanas en Barcelona. O más bien en nuestro nuevo piso, porque apenas me movía de él. Había días en que sólo salía las dos veces que me tocaba ir a tomar la medicación y para darle los tres paseos diarios a Dante. Me enclaustré, además de por mis frecuentes visitas al señor Roca, para preparar unos exámenes que no fueron todo lo bien que deberían haber ido y para pasarme horas enteras conectado a internet delante del ordenador y al calor de una manta buscando ofertas de trabajo que no salían y en las que pudiera dar un perfil que no cumplía.
Tenía diseñados cuatro modelos de currículum y, según la oferta, enviaba uno u otro. El de teleoperador, el de camarero, el de “profesional de la información” (que era el que más me gustaba y del que más orgulloso me sentía) y el de polivalente “chico para todo que ha trabajado de todo”. Una variedad que no se correspondía en resultados. Ni en la cantidad de ofertas encontradas ni en las entrevistas concertadas. Hasta el momento sólo dos: una para trabajar de “televendedor” de cursos de inglés en la que tenía que darme de alta como autónomo yendo a comisión y otra para reponedor, “días sueltos”, 20 horas semanales y cobrando menos de 400 euros. Así que, por el momento, me seguía compensando más el ensayo clínico.

            Al tratarse de un estudio de investigación en voluntarios sanos, el objetivo no es obtener un beneficio terapéutico. Por su participación en este estudio recibirá una compensación de 1440 euros. Se contemplará la posibilidad de penalizar económicamente –hasta un tercio de la totalidad a pagar– en caso de incumplimiento por parte del voluntario.

            Un dinero que no cobraríamos hasta finales de marzo y que yo ya empezaba a necesitar con cierta urgencia. Fue increíble ver como en una sola visita a IKEA se esfumaron casi todos los ahorros que con tanto esfuerzo había conseguido durante los seis meses en casa de Paz.
            Por muy económica que fuera la opción de amueblar el piso con las propuestas suecas, seguía quedando por encima de nuestras posibilidades. Aún así decidimos arriesgarnos porque consideramos que era una buena inversión. Aunque diminutas, el piso contaba con otras dos habitaciones y pensamos en tenerlas acondicionadas para poder alquilar al menos una de ellas en caso de apremiante necesidad. Nos decidimos por la gama Brimnes para nuestra habitación, el diván Hemnes “sofá, cama individual, cama doble y almacenaje, todo en un solo producto” para la otra y por otros muebles polivalentes para aprovechar el espacio al máximo. Rieles de suspensión para la ropa, organizadores con compartimentos móviles y adaptables a distintos espacios, percheros plegables y con ruedas, cajoneras casi mágicas de quita y pon y otros ingeniosos inventos para poder dejar de dormir en el suelo y no tener la ropa engurruñada en maletas.
            Un ajuar reunido en un día y que, después de comparar precios con el servicio oficial de transporte y montaje de la multinacional, decidimos confiar a dos de los muchos rumanos que ofrecían sus cochambrosas furgonetas a la salida de la tienda.
La mitad del dinero que nos ahorramos se hubiera invertido en delicadeza y mimo a la hora de manipular los paquetes y, sobre todo, en mantener la integridad del más valioso de los objetos, el colchón de matrimonio, arrastrado por todo el asfalto de la acera y luego aplastado sin piedad como un acordeón para caber sí o sí en el estrecho ascensor. Ni Juanjo ni yo nos atrevimos a rechistar ante los dudosos métodos de los rudos transportistas después de ver sus caras cuando llegamos al piso y se encontraron con una calle peatonal en la que no pudieron aparcar y que les costó más viajes a pie de los previstos hasta subirlo todo.
Estaba deseando que me dieran el alta para empezar a montar los muebles. Todo había sido tan precipitado que no nos había dado tiempo ni a desembalarlos.
            -¡Ya podéis ir a cenar! –anunció Judith.
            Comida de hospital. Ni más ni menos. Una insípida y fría sopa con fideos blandos, una especie de hamburguesa con queso entre fundido y chamuscado por arriba y un kiwi.
            -¿Y por qué ponen kiwi? ¿para que vayamos al servicio? Porque el kiwi sólo es para eso –dijo, indignada, la única voluntaria del grupo que era española, además de mí claro. El resto eran brasileños, ecuatorianos, portugueses y algún cubano–. Y la sopa está fría. Qué asco.
            Me entraron ganas de soltarle la frase que mi madre siempre nos decía de pequeños. “A la comida no se le dice asco, piensa en todos los niños que se mueren de hambre en el mundo”.
            -¿Y el queso? ¿por qué tienen que ponerle queso a todo? ¡Con la de grasas saturadas que tiene! –ella seguía con su incansable verborrea sin darse cuenta de que los demás intentábamos comer tranquilos todo eso que ella estaba calificando de asqueroso.
            -Perdona –no pude contenerme más–, creo que ya nos ha quedado clara tu opinión sobre la comida pero, si no te importa, los demás pretendemos comer en paz.
            Su expresión de repulsión hacia la comida la dirigió también a mí, con la misma cara de estar chupando un limón y oliendo mierda al mismo tiempo. Sin mediar palabra, ofendida y orgullosa, cogió su bandeja, se levantó de la mesa y cuando se estaba yendo, uno de los brasileños la frenó cogiéndola por el brazo.
            -¿No te lo vas a comer?
            Todos nos echamos a reír, y aquello nos sirvió para romper el hielo y entablar una conversación. Aunque muchos de ellos ya se conocían de haber participado en estudios anteriores, otros eran “novatos” como yo. La mayoría estaban compaginando su participación en el ensayo con sus trabajos habituales, habiendo hecho coincidir sus días de libranza con los días de ingreso. Una de ellas confesaba que estaba deseando ingresar porque era la única forma en que iba a poder descansar de verdad. Trabajaba de asistenta durante el día y poniendo copas y dando clases de salsa en un garito por las noches. Una jornada de trabajo de más de trece horas diarias. Y yo me quejaba de las siete que tenía en la biblioteca por ser en turno partido. Cómo puede cambiar una misma situación según el punto de vista con que se mire.
            Mientras las enfermeras iban haciendo la ronda poniéndonos las vías, aproveché para entrar en el facebook, que no había publicado nada desde que llegué a Barcelona.

            Estado
            ¿Qué estás pensando?

            Empecé a escribir.

            Situación: 22:30 de la noche, acostado en una cama de hospital, junto al resto de pacientes, esperando que la enfermera me ponga la vía en el brazo. Así concluye la segunda semana de mi aventura catalana.

            Pulsé el botón “Publicar”. En apenas unos segundos recibí el primer comentario de una amiga preguntándome preocupada que qué me había pasado. Le siguieron otros mensajes similares pidiendo que explicara el porqué de tan rocambolesca situación.
            La expectación alimentó mi anhelo de protagonismo virtual y me animó a seguir la narración, novelizando los hechos.

            Es la primera vez que ingreso en un hospital de forma voluntaria. Todo ha sido tan rápido que ni hemos podido desembalar los muebles nuevos. Soy el único español del grupo junto a otra chica con perenne cara de asco, pero según comentan las enfermeras se nota la crisis porque cada vez hay más participantes autóctonos.

            Encontré así un ameno entretenimiento para mi primera noche de ingreso en el Centre d’Investigació de Medicaments-Sant Josep.

            Creando expectación para que todos te preguntemos por el final, ¿no? ¿O es el principio de una nueva peli de Almodóvar?

            A partir de ahora en vez de pedirte que me recomiendes algún libro de la biblio, ¡voy a pedirte directamente que me los escribas!

            Eran alguno de los comentarios que iba recibiendo. Conforme avanzaba en el relato, más interés e intriga iba consiguiendo por parte de mis contactos, incluso de alguno de ésos que tienes por tener pero con los que no hablas nunca.

            Estoy enganchada, pero… ¿es una historia real o te la estás inventando sobre la marcha?

            ¿Vas a terminar, Danilín, POR FAVOR?.

            Como muchas veces ocurre con las buenas ideas, aquella llegó de forma improvisada. Se me ocurrió que ése podía ser el argumento del blog que teníamos que presentar como práctica de fin de curso de una de las asignaturas que comenzaba ahora en el segundo cuatrimestre. Novelizar la historia que había precipitado la decisión de venirme a Barcelona, los enfrentamientos con mi jefa, el secreto de María José y todas las cosas que me habían pasado en los últimos meses podían componer una entrega por capítulos de un blog que podría titularse “Aventuras noveladas de un bibliotecario de pueblo en tiempos de crisis” o algo así.
            Dándole forma a ése blog se me pasaron volando los dos días de ingreso. Cuando me quise dar cuenta, me hicieron el electroshock para anotar mis constantes y me dijeron que ya podía volver a casa. Y aunque me sentía un poco débil recogí mis cosas rápidamente y me fui directo al metro.
            Cuando metí la llave en la cerradura del piso tuve un mal presagio que se confirmó al abrir la puerta. No había ni rastro de los muebles. Ni en las habitaciones ni en el salón. Nada de nada. El piso estaba tan vacío como antes de la compra en IKEA.
            Llamé a Juanjo, que estaba de guardia.
            -No te lo vas a creer… –le  dije.
            -¿Qué?
            -Los muebles…
            -¡Hijos de puta! –respondió él.
            -¿Quiénes? –no entendía nada.
            -Joder... Mierda… ¿No has escuchado lo que han dicho en los informativos territoriales?
            No pude poner la tele porque tampoco estaba. Recurrí a la lenta conexión a internet que permitía mi móvil para leer por fin la terrible noticia.

            La guardia civil ha desarticulado una banda implicada en al menos 17 robos en viviendas cometidos en Barcelona, Badalona y L’Hospitalet a las que accedían directamente con una copia de las llaves que habían hecho previamente después de haber realizado un servicio de transporte o mudanza.
Las investigaciones permitieron concluir que se trataba de un grupo organizado que accedían a las viviendas tras asegurarse de que estaban vacías. Normalmente sustraían muebles y otros objetos de valor para luego venderlos.
La fase de explotación de la operación se realizó la pasada madrugada con un dispositivo que condujo a la detención de 12 personas, en su mayoría de nacionalidad rumana.
           

             

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